miércoles, 11 de noviembre de 2009

Como Márie sabe hacer voz de pitufo y Taciano no.

Márie no quería enamorarse porque ya le habían roto el corazón antes y creía que nunca se lo podían volver a romper así. Había leído que la ventaja de los corazones rotos es que sólo pueden romperse de verdad una vez; lo demás sólo son rasguños. Y es que cuando te hacen daño hay algo en tu interior que se apaga para siempre. Aprendió a estar tan bien estando sola que tenía miedo a que alguien destrozara alguna vez todo lo que ella había tenido que aprender. ¿Por qué sí iba a permitirlo? ¿por amor? Ya ves tú. El amor nos cambia, y ella ya había cambiado por amor, es más, era quien era sólo debido a él. No quería tener que ser otra persona. Estaba asustada porque estaba empezando a ocurrir: no podía pensar algo sin contárselo, no podía hacer algo sin que él lo supiera, no podía sentir sin que él estuviera envuelto. Era una lucha constante, ya se lo advirtió, y lo peor es que sabía quién iba a salir ganando. Amor vincit Omnia. Aún así, no podía evitar que se librase esa batalla. 

Probablemente Taciano no iba a ser el amor de su vida. Discrepaban en muchas conversaciones, ni que decir si éstas eran de amor, que iba a decir ella si él le ganaba en ilusión. Siempre le observaba, y resultaba curioso ver como aún así, no perdia el norte como lo hubiera hecho ella si se hubiera dispuesto a amar sin condición alguna. La amaba gradualmente, cada día un poquito más. Márie esperó a oír te quiero aunque cuando lo hizo igualmente se sorprendió. No un día decidió que le explicaría todos sus secretos a ella porque sí, sino que se los explicó poco a poco, no podían empezar compartiendolo todo, es importante aprender qué se puede compartir. Entonces Márie pensó que debía de ser por alguna razón, porque Márie siempre se esforzaba en comprender lo que ella no haría. Él debía de ser diferente a ella, porque las personas seguramente no aman todas igual, por mucho que los humanos siempre nos esforzemos en meternos a todos dentro del mismo saco, así que quizá él no tenía miedo como Márie, pero no se entregaba del todo como habría hecho la Márie sin miedo, aquella de ya hace tanto. Quizá él era más inteligente. O quizá sí que tenía miedo. Quizá si que le habían roto el corazón como Márie se había empeñado a no creer, porque siempre creía que a ella se lo habían roto más. Quizá si las personas no son iguales y no aman igual, tampoco les duele el corazón igual. Ni si quiera Márie se había planteado nunca enamorarse de un pelirrojo, porque de pequeña, cuando alguien te pregunta que qué tipo de hombres te gustan se te ocurren pocas combinaciones posibles, la mayoría empiezan por rubio o moreno y terminan por ojos verdes o ojos azules. Casi nadie se acuerda de los castaños y pelirrojos, porque los medios no gustan, la gente o alegría o tristeza; nostalgia no. Pero Márie ahora ya lo sabía: tenía un pelo rojizo y otro negro en esa barba que tanto le gustaba tantear, y rozar cuando besaba. Siempre se hacía la remolona niña tonta y decía a Taciano que no se afeitase por favor, y él siempre se reía. Eso era lo que mejor sabían hacer juntos, lo que más compartian: el humor. Cuando uno de los dos decía una tontería no se veía el final de dejar de añadirle otras tonterias a esa tonteria y cada vez era una tontería más grande y cada vez ellos dos parecían más tontos por decir más tonterías y reírse tanto de ésa tontería y ser tan felices. 

A Márie le encantaba verle reír, suponía que igual que todo el mundo que quiere a alguien y quiere que éste sea feliz. Cerraba los ojos y hasta se le achinaban un poco. Le encantaba que no pudiese hablar de la risa. Un día Márie se concentró en intentar retener un momento en su memoria, oyendo su propia risa y viéndole a él reír. Era mágico. Aún no podía saber si ese momento perdudaria con ella a través del tiempo, pero se aseguraría si lo hacía que ella pudiera recordar que él la había hecho ser feliz. 

La Márie solitaria luchaba contra la Márie enamorada pero ésta se lo ponía difícil a la primera, incluso había llegado a contarle los lunares de la espalda a Taciano, como todas las historias cursis de enamoradas que una siempre sueña con que pasen de verdad. ¡Hasta había llorado porque le quería, delante de él! Taciano se preocupó por ella, él decía que no le gustaba verla llorar, pero Taciano no comprendía ese llanto, el de cuándo las lágrimas te salen porque no puedes expresar sentimiento de otra manera. Hablar lo echaría tanto a perder… Márie quería ser la mujer de su vida, porque Márie siempre había querido ser la mujer de la vida de todos los hombres, porque Márie podía hacerlo feliz y quería hacerle sentir lo que otras no habían podido hacerle sentir. Quería ser especial para él, no importa si poco o mucho tiempo, quería comprobar por una vez en su vida que él tiempo no tenía nada que hacer al competir contra el sentimiento. No sabía si tenía que ser Taciano o no, pero a su lado cualquier batalla estaba perdida, sobretodo si la acompañaba a elegir libros y paseaban de la mano por calles que el invierno y la navidad invitaban a pasear.


1 comentario:

  1. No es una novela histórica. Es lo que tú quieras que sea: opalazon.blogspot.com

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