jueves, 14 de enero de 2010

Pum-pum. Pum-pum.

Era de noche y todo el mundo sabe que por las noches apoyar la cabeza sobre el único pecho ajeno que hace que eso sea bonito, es mejor aún, si cabe. Dentro del coche de un parking desierto cualquiera, Taciano agachaba la vista hacia su pecho para ver a Márie recostada en él, casi lista como para poder quedarse ahí el resto de las noches. Hablaban: decían tonterías. Márie escuchó los latidos del corazón de Taciano y se quedó en silencio. Pum-pum, pum-pum. Ella tenía los ojos abiertos mirando a ningún lado, dónde se mira cuando te concentras en escuchar algo. Muchos sentidos puestos sobre una única cosa no son nada bueno. Exceso de información: colapso. Márie sólo quería escucharlo. Taciano sólo quería mirar a Márie. De repente Márie habló algo mal y rápido, como de costumbre:

-Yo también-silencio- no; yo más. 
Taciano ya no se mostraba atónito por demasiadas cosas en su compañía.

-Es que estoy manteniendo una conversación con tu corazón, ¿sabes? Sí. Me dice que me quiere. Le he dicho que yo más.

Taciano se río con gesto incrédulo, como solía reírse de todas las cosas ilógicas que Márie a menudo decía tan súbitamente que parecían ser las cosas más coherentes del mundo.


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