jueves, 11 de marzo de 2010


Márie se había pasado las últimas semanas de aquel gris y feo febrero, casi igualito a enero, intentando encontrar las palabras. Siempre las buscaba tanto que cuando por fin un brote de lucidez la invadía, ya había pasado el momento de decirlas y se las tenía que tragar, y qué feo es tragarse las palabras. Márie estaba segura que en el fondo de su anatomía o de su alma, quién sabe, había una cajita antigua de madera con la cubierta gravada de cenefas doradas donde se almacenaban todas las cosas nunca dichas por decir. De vez en cuando le sacaba polvo a la caja y dejaba escapar unas pocas y así, de paso, respiraba mejor. Estaba segura que la vida de casi todas las personas cambiaría mucho de tal y como era si por casualidad un día se dejaban la caja abierta. 

Un día Márie abrió su particular cajita pero cual fue su sorpresa al descubrir que estaba vacía. Entonces supo que quizá esa primavera también había venido a curarle su particular invierno, y ahora resulta que íbamos a empezar marzo nevando y enamorada.

1 comentario:

  1. hola cosa guapa! cuanto tiempo sin leerte.. me lo he leído todo del tirón. A ver cúanso seguimos la historia no?

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